¿Porque Soy Maestro?
Cuando pensé en un título para este artículo consideré titularlo, “¿Por qué sigo siendo maestro? Pero otras muchas preguntas recibirían la misma respuesta. Yo no llevo mucho tiempo en el magisterio así que no puedo decir que soy un veterano. De hecho cada vez que veo un maestro retirado considero que el título correcto para referirse a el o ella sería el de veterano(a) pues como vine a descubrir el magisterio es una guerra continua. No una guerra con armas pero una que se lucha con el corazón pues eso es lo único que nos sostiene en esto y si no que vean las estadísticas del Fondo del Seguro del Estado para que vean quienes son la mayoría de los que padecen de enfermedades del corazón. Recuerdo en una ocasión cuando conocí a una maestra retirada, estaba viejita, casi no podía caminar, estaba enferma era la Sra. Torres mi maestra de Cuarto Grado. NO la recuerdo así cuando me dio clases. En esos días se veía alegre, llena de vida y siempre hablaba de perros, su tema favorito cuando terminaba la clase.
Cuando la vi a ella y vi a otros maestros cuando se retiraron me dije en un momento “en eso yo no me voy a meter”. No quería terminar así. Al parecer el que trabaja en el magisterio se contagia con algo que lo pone mal, lo enferma de los nervios o el corazón (estos son datos estadísticos). Pero cuando entré a la Universidad y comencé a estudiar psicología hubo algo que me hizo cambiar de opinión. Me hice una pregunta, “¿de verdad quiero pasar el resto de mi vida escuchando los problemas de otras personas? Fue entonces que recordé un mural escrito en la escuela Gabriela Mistral que decía “Instruye al niño hoy para no castigar al hombre mañana”. Entonces pensé que si de verdad quiero ayudar a alguien es mejor hacerlo temprano cuando aún es moldeable. El ser humano es como una planta que si se cuida en sus inicios crece y sale bien.
En ese momento comencé a hacer los trámites para cambiar de concentración y entré al Departamento de Pedagogía. En esos años me llené de teorías y filosofías que poco hicieron para ayudarme en el mundo real de la enseñanza. Cuando me gradué y entré al Departamento de Educación fue como chocar con una pared.
Me encontré en un mundo en donde solo los estudiantes son lo que te anima a seguir porque la paga no es un incentivo. Lo demás es pura burocracia, autoritarismo y política. Uno viene con ánimo a trabajar, a enseñar a los estudiantes y se encuentra con gente que por el miedo que tienen de perder las posiciones que les regaló algún político presionan a los que están abajo para enseñar que ellos son los que mandan. Hablo de los directores, facilitadores (de problemas), directores regionales y el Secretario de Educación. No es fácil enseñar en un ambiente en donde un día estas haciendo las cosas de una manera y al otro te piden que las hagas de otra aunque esté mal pues lo que importa es la “política pública”; “eso es lo que dijo el Secretario”; “si no lo haces te van a botar”; o “te van a hacer una querella”. En este Departamento aprendí que insubordinación es pensar diferente al director; que cuestionar lo que está mal es alterar los procedimientos e interferir en el “orden institucional”; Que es mejor callar aunque te estén pisoteando porque “la cosa está mala”; “no es fácil conseguir otro trabajo”; “piensa en las deudas, en tu familia en tu futuro”; Que es mejor callar cuando le hacen algo a un(a) compañero(a) porque “eso se lo buscó”; “ese no es mi problema”; “que la federación lo (a) ayude”; “yo solo peleo por lo mío”.
Cuando veo un niño expresar “¡ahora entiendo!”. Cuando veo a una niña que comienza a leer por primera vez. Cuando logro que después de varios intentos un niño pueda lograr escribir correctamente. Cada vez que veo a una niña decirme que entiende lo que dije en inglés. Cuando un niño me saluda en una tienda y le dice a su madre “ese es el mister de inglés” tan emocionado como si estuviera viendo a un artista. Cuando logro ver a una niña pasar de grado. Cuando escucho a un grupo de estudiantes cantar de memoria una canción que yo les enseñé. Cada vez que veo a un estudiante sonriendo. Cuando un padre o una madre me dice “gracias mister”. Entonces recuerdo que es por eso que soy maestro.
Michael D. Castro Collazo (Prometeo)
Tomado de: www.freewebs.com/eduradar/
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