El bar estaba lleno y esa noche no esperábamos ver a Jaime por aquí. Era un viernes claro pero la presencia de jaime hizo que la atmósfera se cargara con un peso de incomodidad que nos tumbó la nota a muchos. Ramón estaba en el counter y no se lo explicaba. yo me dí un buche de cerveza y como que la escondí. Jaime era una persona bien apreciada en el barrio y de verdad no esperábamos verlo en el bar. Allí llegó se sentó y le pidió un trago a Ramón.
"¡Quéeeeeee!", gritamos algunos. A mi se me formó un taco en la garganta. Si raro era ver a Jaime entrar en el bar más raro aún era verlo pedir un trago. Jaime no bebía. Jaime era un hombre de la casa. Jaime era pentecostal. Recuerdo que a veces nos molestaba cuando se ponía a predicar desde la lomita a repetir que Cristo venía y esas cosas. Yo no le hacía caso pero las palabras a veces me sonaban en la cabeza en casa cuando estaba solo. No podía ser. Jaime no podía estar allí y mucho menos pidiéndo un trago.
La hija de Jaime se le escapó la semana pasada con un muchacho de la iglesia. Se fueron de noche y no regresaron. Esa muchacha era la luz de los ojos de Jaime y a pesar de que el era bien alegre después de eso como que se apagó y se pasaba medio tristón. Hoy la cosa se pone peor cuando se sienta a pedir un trago en la barra. Digo, yo sé que las cosas pasan y que a cualquiera se le puede escapar un hija pero dejar la religión así es algo tan... no sé.
Ramón no sabía que hacer. Abrió los ojos y lo miró, "¿Tú' tas hablando en serio Jaime?". "Dame un trago Ramón. "Ya yo no creo ni en la luz eléctrica desde que la nena se me fue con ese c-br-n se me acabó la vida", la voz de Jaime sonaba como que estaba ahogándose. Tenía tremendo taco en la garganta y quería llorar. Muchos de los que estábamos allí nos criamos con él y recordamos que de muchacho corrió con nosotros y bebió por un tiempo hasta que se metió a la religión, a la iglesia esa que fundó don Margarito el reverendo.
Ramón le volvió a preguntar, "¿Pero Jaime, tu llevas años sin beber?" Jaime lo miró serio y le dijo, "¡Mira si tanto te preocupa dame una caneca y me la llevo pa' casa!" Creo que todos respiramos de alivio cuando dijo eso porque de verdad no queríamos ver a Jaime así. Ramón le dió la caneca y nosotros lo seguíamos mirando como quien ve un espectro. Se fue caminando lento y en eso cuando estaba en la puerta un carro se estacionó bien rápido al frente. "¡Jaime, mijo, que haces!". Era don Margarito el reverendo. Tan pronto le dijeron lo de Jaime dejó la iglesia y salió en el carro para acá. "¡Bendito Jaime!", el viejito lo miró como un papá y Jaime bajó la cabeza. "¡No lo hagas mijo!", dijo el pastor conteniendo las lágrimas.
"¡Dios me quitó a mi hija!", gritó Jaime. El pastor comenzó a llorar y te confieso que yo de verdad se me estaban saliendo las lágrimas ya. To's estábamos mirando desde adentro del bar. Don Margarito tomó la botella de ron, "Esto no te la va a devolver Jaime, recuerda que hay que saber esperar en fe". "¡Fe ni fe!", dijo Jaime, entonces le quitó la botella al pastor y se fue caminando. Hacia su carro, se montó y se fue.
El pastor se montó en su carro, dió reversa bien suave y con lágrimas en los ojos se encaminó para la iglesia.
Jaime viró al rato. La caneca estaba en la mano. La puso en el counter y le dijo a Ramón, "¡Chico yo te pedí ron!" Ramón lo miró y le dijo, "Yo te vendí una caneca de ron". Jaime abrió la caneca, "Huele eso a ver si huele a ron". Ramón miró para los lados y olió la caneca. "No huele a nada", dijo Ramón. "¡Pruébala!", le dijo Jaime. Ramón se dió un sorbo y lo escupió en el piso, "Esto es agua". "¿Agua?", pregunté yo. "Sí, prueba", me dijo Jaime. Era agua.
Ramón le dió otra caneca y se aseguró que el sello estuviera intacto. ¡"Mira, tiene el sello sin romper!" Jaime salió y allí en la salida estaba otra vez Margarito en el carro sentado. Llamó a Jaime y no pude escuchar bien lo que hablaron. Otra vez le quitó la botella y Jaime la volvió a recuperar. La esposa del pastor estaba llorosa y se fueron diciéndole, "Dios te bendiga, piénsalo".
Al otro día me levanté para ir a trabajar. Me sentía mal y lo único qu me podía quitar el malestar era una cerveza fría en el bar de Ramón. Llegué y ya estaba abierto. "Dame una fría", le dije. En eso Jaime entra por la puerta... "Ayer me vendiste una caneca de ron llena de agua. Cuando vine la segunda vez me diste otra. Prueba eso." Ramón lo miró y dijo, "¡No me digas que es agua también!" La probó y escupió el agua en el piso. Era otra caneca contaminada.
"Esto está raro", dijo Ramón mientra buscaba otra caneca de la misma marca. "Vamos a ver que está pasando aquí", abrió la caneca y se dió un palo. Me pasó la caneca y me dijo, "Prúebala". Me dí el palo y efectivamente me quemó el gasnate dulcemente y sentí como el calor del ron llegaba lentamente hasta el estómago, era ron. "Ahora pruébala tú", le dió la caneca a Jaime. Jaime se dió el palo y escupió en el piso, "Chicos no relajen". "¿Qué pasa?", le preguntó Ramón. "Esto es agua", dijo Jaime.
"¿Como que agua?" pregunté yo. "Huéleme el tufo", esto es ron. "Bueno tu hueles a ron" pero esto es agua dijo Jaime. "Este es el primer palo que me he da'o en el día" le dije. Ramón asintió. "Pues prueba a ver", me dijo Jaime y me dió la caneca. Cuando la tomé era agua. No sentí el calentón ni me quemó. Ramón se dió un palo y escupió en el piso otra vez. "¡Maldita sea si me acabo de dar un palo ahora y era ron puro", dijo Ramon medio azora'o. "Espérate", Ramón buscó otra botella y en eso llega el pastor. "Jaime tú eres un hijo de Dios, no hagas eso muchacho", le dijo Margarito a Jaime.
Ramón le contó al pastor lo que pasó y el pastor le dijo, "Eso pasa porque Dios quiere mucho a Jaime y no lo quiere perder y a ustedes dos también los quiere". Entonces el pastor comenzó a decir, "Cristo los ama mucho a ustedes y lo que pasó con Jaime es un testimonio para que ustedes aprendan. El Señor murió en la cruz para que fuésemos limpios de pecado y lo aceptáramos como nuestro salvador. Él no quiere que nadie se pierda." Jaime empezó a llorar. El pastor continuó, "Lo que le pasó a Jaime es para que ustedes también se arrepientan. hay cosas mejores que los licores en la vida. Ahora mismo Ramón tiene toda esta barra llena de veneno que lo que hace es dañarle el hígado a la gente. Ese talento para vender lo puede usar en otras cosas." El pastor entonces cogió una botella de Lambrusco que tenía Ramón en la mano y comenzó a decir, "¡Esto, esto ha destruido vidas y familias enteras! Por este licor mucha gente se ha muerto y arruinado sus vidas. La Biblia dice que no mires el vino cuando rojea..." "¡Ay Dios mío!", gritó Ramón. Yo ví lo mismo que él y se me fue la sangre a los pies. "¿Qué pasó?", preguntó Margarito. Entonces miramos la botella de Lambrusco que conforme el pastor hablaba y la movía comenzó a ponerse transparente.
"¡Aleluya!", gritó el pastor. Jaime dejó de llorar y comenzó a temblar y a decir unas cosas raras. Ramón estaba blanco como papel y yo no sentía las piernas. Ramón pidió la botella que tenía el selló puesto e intacto. La abrió y se dió un trago. Lo miramos en silencio y dijo, "Es agua".
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